durmiendo a gracia suelta:
no volviste jamás,
de tu amorosa vuelta.
Con una gata blanca,
míra que mala suerte:
la gata era blanca
de la señora muerte.
La leche está servida,
está listo el pescado;
tu silla preferida,
en vano te ha esperado.
Tu paso era ligero,
tus modales corteses
y fuíste tan sincero,
que me ignoraste a veces.
Me hablabas tú muy suave,
yo nunca te entendía;
más fue una falta grave,
tu enorme melodía.
Fragmento de: Diego Eliseo
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